Ir solo a la montaña te permite adentrarte
profundamente en tu propia mente.
Ahí estás tu, con tus temores, tus esperanzas,
tus deseos, tus creencias.
El viaje puede ser por terreno conocido o bien
por terra incognita, pero la experiencia siempre
es fresca y nueva, personal e intransferible.
La percepción del momento presente suele
estar teñida por los temores y deseos
que impregnan la mente.
La nieve oculta los detalles de la montaña,
pero deja al descubierto su esencia mas pura,
aunque dificulta nuestra capacidad de
orientación y la vuelve mas peligrosa.
Ayer ascendí al Pic de L´Infern,
y la verdad es que me costó mucho.
La aproximación con raquetas me
hizo pensar en abandonar debido
al cansancio. Luego escondí las
raquetas y me puse los crampones,
y me volvieron las fuerzas.
En el último tramo apareció un cierto temor
por lo expuesto e inclinado del mismo.
En la cima me encontré con tres
montañeros mas avezados que
seguían otra ruta pero que me
marcaron el camino a la cumbre.
La vuelta relajada hasta que
en el cielo aparecieron unas
nubes que se iban acercando
y me infundieron miedo a que
el tiempo empeorara, aunque
objetivamente no era para tanto.
Supongo que sería la experiencia
de la semana pasada en la que
la niebla y el viento me impidieron
llegar al coll de la Marrana,
y el miedo a ser incapaz de
orientarme pese a llevar el GPS.
El miedo me hizo acelerar el ritmo,
y eso favoreció de nuevo el cansancio.
Luego, al llegar al coll de la Marrana,
la tranquilidad de nuevo, la calma:
Ahí no me pierdo ni queriendo.
Al llegar al coche, una densa niebla
cubría el Pic de la Dona y el Bastiments,
hermanos del Pic de l´Infern. Por suerte
yo ya estaba a salvo.
¿Y quien es este yo que tiene miedo
y se siente inseguro en la soledad
de la montaña invernal y a salvo
en una caja de chatarra con ruedas?
¿Quien es este yo que se alegra mas
cuando regresa a la confortable rutina
que cuando hace cumbre?
¿Quien es este yo al que solo
le preocupa sobrevivir?
¿Será este Yo el Ego montañero
que sale reforzado de cada
nueva ascensión?
¿Será este Yo el hijo
sin existencia inherente
del APEGO?
La verdad es que esta ascensión al
Pic de L´Infern me hizo bajar
a mi propio infierno y enfrentarme
de nuevo al gran demonio del YO.
Mucho me temo que este descenso
se va a repetir en cada ascensión,
hasta que caiga la máscara
de forma definitiva.
Vaya paradoja:
subir más alto para poder
bajar más profundamente.
profundamente en tu propia mente.
Ahí estás tu, con tus temores, tus esperanzas,
tus deseos, tus creencias.
El viaje puede ser por terreno conocido o bien
por terra incognita, pero la experiencia siempre
es fresca y nueva, personal e intransferible.
La percepción del momento presente suele
estar teñida por los temores y deseos
que impregnan la mente.
La nieve oculta los detalles de la montaña,
pero deja al descubierto su esencia mas pura,
aunque dificulta nuestra capacidad de
orientación y la vuelve mas peligrosa.
Ayer ascendí al Pic de L´Infern,
y la verdad es que me costó mucho.
La aproximación con raquetas me
hizo pensar en abandonar debido
al cansancio. Luego escondí las
raquetas y me puse los crampones,
y me volvieron las fuerzas.
En el último tramo apareció un cierto temor
por lo expuesto e inclinado del mismo.
En la cima me encontré con tres
montañeros mas avezados que
seguían otra ruta pero que me
marcaron el camino a la cumbre.
La vuelta relajada hasta que
en el cielo aparecieron unas
nubes que se iban acercando
y me infundieron miedo a que
el tiempo empeorara, aunque
objetivamente no era para tanto.
Supongo que sería la experiencia
de la semana pasada en la que
la niebla y el viento me impidieron
llegar al coll de la Marrana,
y el miedo a ser incapaz de
orientarme pese a llevar el GPS.
El miedo me hizo acelerar el ritmo,
y eso favoreció de nuevo el cansancio.
Luego, al llegar al coll de la Marrana,
la tranquilidad de nuevo, la calma:
Ahí no me pierdo ni queriendo.
Al llegar al coche, una densa niebla
cubría el Pic de la Dona y el Bastiments,
hermanos del Pic de l´Infern. Por suerte
yo ya estaba a salvo.
¿Y quien es este yo que tiene miedo
y se siente inseguro en la soledad
de la montaña invernal y a salvo
en una caja de chatarra con ruedas?
¿Quien es este yo que se alegra mas
cuando regresa a la confortable rutina
que cuando hace cumbre?
¿Quien es este yo al que solo
le preocupa sobrevivir?
¿Será este Yo el Ego montañero
que sale reforzado de cada
nueva ascensión?
¿Será este Yo el hijo
sin existencia inherente
del APEGO?
La verdad es que esta ascensión al
Pic de L´Infern me hizo bajar
a mi propio infierno y enfrentarme
de nuevo al gran demonio del YO.
Mucho me temo que este descenso
se va a repetir en cada ascensión,
hasta que caiga la máscara
de forma definitiva.
Vaya paradoja:
subir más alto para poder
bajar más profundamente.
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