Hoy hace casi un año, tuve una experiencia andando
con raquetas de nieve, en la que pasé mucho miedo.
Visto retrospectivamente, el problema real fue la
gran TEMERIDAD que tuve al adentrarme en
la montaña nevada, solo, sin GPS y con las
condiciones meteorológicas muy adversas.
Este pasado domingo, estaba en una zona cercana,
con crampones en vez de raquetas, solo, con GPS,
y con unas condiciones meteorológicas similares
o peores que las de hace un año.
La diferencia es que esta vez RECORDE la mala
experiencia que tuve hace un año, y cuando vi
que un montañero que me precedía regresaba,
me refugié del viento detrás de una roca, esperando
que la niebla y el fuerte viento se disiparan.
Luego apareció un grupo de unos quince montañeros,
que supongo que estarían en un cursillo, y eso me dió
ánimos para seguir adelante, pese a la nula visibilidad
y la fuerza tremenda del viento. Me sentí acompañado,
y les seguí una media hora, adelantándolos cuando
se pararon cerca de un iglú, para recibir nuevas
instrucciones. Seguí avanzando durante unos quince
minutos, mirando repetidamente hacia atrás,
esperando que me siguieran,
pero cuando ya no los vi, comprendí
que si seguía adelante volvería a cometer el mismo error
de hace un año: caer en la TEMERIDAD.
Di media vuelta y regresé, viendo después en el
refugio que ellos también habían desistido y dado
la vuelta, siguiendo las instrucciones de los guías.
Esta vez no sentí miedo en ningún momento,
pese a que las condiciones eran muy malas,
pero en cada paso que di estuve plenamente
ATENTO, ya que el fuerte viento helado, la
densa niebla y el andar con crampones
se encargaron de mantener la mente en
alerta roja todo el rato, especialmente
cuando no veía a nadie.
Una experiencia más,
y un mal hábito superado,
al menos por el momento.
El ego temerario parece que
ya no manda tanto como antes.
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