Con el cambio de estación la montaña nos muestra otra
de sus múltiples facetas. Las horas de luz se van acortando
hasta llegar al solsticio de invierno, el frio aumenta,
y hace su aparición la nieve, que recubre los senderos
estivales y hace un poco más difícil la orientación.
Con la nieve el riesgo aumenta, ya que pueden
producirse avalanchas, y si la niebla aparece,
se vuelve más difícil orientarse.
En muchas ocasiones, para realizar las ascensiones
que en verano no suponen ningun problema,
no va a ser suficiente con las botas, sinó que
deberemos llevar unas raquetas de nieve
para aproximarnos y unos crampones y
el piolet para los tramos con más pendiente.
Para poder gozar las sensaciones que nos
brinda la montaña en invierno, habrá que
prepararse adecuadamente, con cursillos
si hace falta, para aprender técnicas como
el cramponaje o saber valorar el estado
de la nieve y la meteorología para escoger las
rutas más seguras.
Este pasado invierno-primavera la montaña
ya me regaló un aperitivo de lo que podré
disfrutar este año y los siguientes si me
aplico. Las raquetas fueron mi puerta de
entrada al montañismo invernal.
Será una buena decisión unirse a un centro
excursionista para así poder federarse y
tener acceso al seguro.
Nuevos compañeros apareceran para
seguir aprendiendo el bello arte del
montañismo de forma más segura.
Y con todo esto, nuevas vias de
autoconocimiento podran ser exploradas,
en este eterno viaje del descubrimiento
de la verdadera naturaleza de la mente.
Entusiasmo y gozo por la nueva
etapa que empieza.
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