Después de la ascensión a los picos de Russell,
ciertos aspectos de la práctica parece que se han aclarado.
Acometiendo una ascensión de dificultad elevada en solitario,
los resultados obtenidos superan a los que se obtienen
cuando hacemos una ascensión similar acompañados
por alguien de un nivel parecido al nuestro o inferior.
El ir sólo hace que la mente tenga que trabajar
mucho más, ya que aspectos tan simples
como una torcedura de tobillo cuando vas
solo y no hay cobertura, pueden significar
un gran riesgo para nuestra integridad física.
El pasado miercoles, en una ruta de unas nueve horas
de duración, no me encontré con nadie.Sólo vi a
tres sarrios a lo lejos.
Hacer una cresta a mas de tres mil metros tiene un sabor
muy distinto si se hace sólo o acompañado.
La cresta es la misma, pero la experiencia no tiene nada que ver.
El nivel de tensión que experimenta la mente cuando vamos
acompañados no se puede comparar al de cuando vamos solos.
Psicológicamente, el esfuerzo requerido para realizar la misma actividad,
crestear, es mucho mayor cuando estamos solos.
Las dudas y temores afloran con mucha mas facilidad al ir solos,
ya que no existe otro ruido que el de la propia mente,
y toda la atención se fija sobre la actividad y la propia mente.
Buscar el mejor paso en una cresta sin hitos requiere una gran
concentración y temple. Se observan las nubes como
factores que pueden complicar nuestra orientación
o progresión, y surgen temores que cuando vamos
por terreno conocido y bien señalizado no aparecen.
La tranquilidad que aporta una cosa tan simple como las señales
rojas y blancas de un sendero de Gran Recorrido (GR),
solo se valora cuando vienes de recorrer una zona nueva
y poco señalizada, con algun que otro hito disperso,
o de abrir tu propio camino.
Pero la satisfacción de ser capaz de culminar con
éxito una ascensión inédita en solitario es mucho mayor
que la que se siente cuando vamos acompañados
o ya hemos estado por la zona.
Conocer nuestros límites, e ir cada día un poco más allá
de ellos, expandiéndolos de forma segura; Este es el verdadero
logro de la práctica genuina.
Nuestro cuerpo humano actual tiene unos límites relativamente claros,
pero los límites de la mente son mucho mas difusos.
Una mente equilibrada y desarrollada en aspectos clave
como concentración, lucidez, tranquilidad, compasion
y sabiduría nos puede llevar a cimas muy elevadas
y traernos de vuelta de forma segura.
No es suficiente ser capaz de ascender a estados de conciencia
sutiles y puros; hay que ser capaz de regresar manteniendo
la cordura y aplicar lo aprendido en la vida diaria.
Este es el verdadero espiritu del mahamudra,
que en la práctica del montañismo encuentra
una buena base para la práctica del mismo.
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