lunes, 6 de enero de 2014

Pedraforca invernal: Compañero




Sin ningun motivo aparente para escribir,
surge el impulso inesperado de compartir
virtualmente experiencias y pensamientos.

Pero seguro que el motivo existe:
ya sea para dar importancia al experimentador,
o para convertirla en un recuerdo
accesible para un futuro menos activo.

Al ego espiritual le gusta pensar que el
motivo es para beneficiar a los seres sintientes.

Cada loco con su tema.

Lo que es indudable es que una experiencia
compartida con alguien que está en una
sintonía parecida gana en calidad
y probablemente tambien en intensidad.


El acto posterior de compartir virtualmente
un sucedáneo de esa experiencia personal
e intransferible vivida por los experimentadores
puede ser útil o no para otras personas,
y tambien para el que la comparte.

Los relatos de las aventuras de un montañero
pueden tener su utilidad para otras personas
de diversa índole y motivaciones varias.

Aquellas personas que sienten una cierta
atracción por los estados alterados
de conciencia intensos y equilibrados,
probablemente puedan hallar pistas
de como el autor de estas entradas
las consigue.

Lo que puede ser útil y constructivo para uno,
puede ser inútil o nocivo para otros,
dependiendo de muchos factores.

Por eso, llegados a un cierto punto,
todos debemos ser capaces de
discernir si el camino que seguimos
requiere de la guia de alguien con mas
experiencia que nosotros.


Indudablemente, tanto el mahamudra
como el montañismo son caminos
donde a medida que progresamos,
los riesgos van aumentando
en proporción a la altura y abruptidad
de las cumbres
o estados de conciencia
que tratamos de hollar. 

Generalmente el riesgo
se incrementa al regresar
de esas cumbres o estados
alterados de conciencia.

El montañismo, como el mahamudra,
es un camino que nos puede llevar
 desde el valle de la conciencia dual,
hasta la cumbre de la no-dualidad,
donde la mente brilla de forma
clara y nítida, y nos permite
regresar de forma segura
a un estado mental ordinario,
hasta que desaparece la distinción
entre valle y cumbre,
conciencia ordinaria e iluminada,
samsara y nirvana.


Después de este extenso preámbulo,
pasemos ya a compartir la experiencia concreta:

Mi cuarta ascensión invernal al Pedraforca.

Las dos primeras fueron en solitario,
una subiendo desde Saldes y la otra
desde Gòsol y luego bajando 
por la misma ruta de subida.

La tercera ejerciendo de guia para dos
montañeros, subiendo desde Gòsol
y bajando por la tartera de Saldes.

Y esta con mi compañero de montaña Toni,
subiendo desde Saldes y bajando
por Gòsol.

Después la aventura culminó con un rico almuerzo
en un restaurante que apareció por chiripa,
ya que casi todos estaban cerrados,
con vistas a esta mágica montaña,
y que está a cien metros del dolmen de Molers,
que tambien desconocía.

Parece que he pasado de ser un aprendiz del Pedraforca
a ser un compañero, y que el pase de grado
tuvo su recompensa con el ágape y el dolmen.

En esta ascensión ha habido un poco de todo:
sufrimiento, gozo, frio, calor, nieve, hielo,
sol, nubes, como un compendio y colofón
a las tres ascensiones invernales previas.



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