siempre moviéndose sin cesar,
está viva, muy viva.
La mayor parte del tiempo,
la identificación con un ego
convierte la conciencia en
una montaña rusa.
Pero algunas veces,
todo parece un sueño,
una película sin apegos.
Curiosamente aseguraría
que lo natural es no apegarse,
pese a las apariencias
abrumadoramente contrarias.
Calma y movimiento,
tiempo y eternidad,
samsara y nirvana,
conceptual y no conceptual.
Ahora es atemporal,
verdadera naturaleza
de la mente consciente.
Como un mudo que
articula palabras,
que sólo un sordo
puede escuchar.
Conceptos que se autodestruyen
para dejar un rastro de gozo,
claridad y no conceptualidad.
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