El conjunto de nueve iglesias románicas de la
Vall de Boí, en el pirineo leridano, fueron declaradas
patrimonio de la humanidad en el año 2000.
Este año, debido a que he estado subiendo a picos
de esta zona del pirineo, he podido descubrir
aspectos que desconocía por completo.
Este domingo pasado, antes de ir al hostal
donde he pasado siempre las noches
antes de las ascensiones, he tenido tiempo
de visitar unas cuantas de estas iglesias
y subir a sus altos campanarios.
Al día siguiente pude llevar a cabo una
bonita ruta de ascenso hasta el
Besiberri Sur, pasando por los
lagos de la Gémena.
En cierta manera, las cumbres son como los
altos campanarios de las iglesias, y los lagos
las capillas, siendo el caminante el altar
móvil que va ofreciendo en sacrificio
sus miedos y temores mas ocultos
a lo largo de la ruta.
Durante bastante tiempo he estado
obsesionado en subir a los "campanarios"
o cumbres, sin valorar demasiado el
resto del paisaje.
En cierta manera he querido tocar el cielo,
estar cerca de las nubes, como si fuera
una campana en lo alto del campanario,
repicando sin ton ni son.
Ultimamente, mi vision se ha abierto un poco
y me he dado cuenta de que lo realmente
importante es la motivación con la que
realizamos la acción, en este caso,
la caminata de turno, mucho más
vital que hacer cumbre o no.
De alguna manera, he estando colocando
mis campanas en lo alto de las cumbres
para que cuando sea más viejo y no
pueda ascender a lo alto del campanario
pueda tocarlas desde las capillas.
¡Qué bellas son las montañas de la mente,
con sus magníficos lagos y sus muchas veces
árduas puertas de acceso!
La música que se puede escuchar en estos
bellos y abruptos parajes no está contaminada
por el barullo de las masas dominadas por
sus instintos y emociones.
Sólo los montañeros tienen acceso a estos
lugares inaccesibles para la mayoría,
y deben ser conscientes de que dejan
un rastro que forma parte del cuerpo
etérico de estos bellos parajes.
Y este rastro puede ser percibido por
todo montañero que sepa escuchar
la voz de la montaña.
Dejemos lo mejor de nosotros mismos,
para que otros puedan beneficiarse.