Este domingo pasado no hubo dosis de montaña,
y el ego montañero pareció quejarse un poco:
durante el último año está habituado a recibir
altas dosis de caminatas que lo refuerzan y
fortalecen, haciendole creer que su supremacía
sobre la mente va a durar siempre.
Pero para su desgracia, sucedió que una serie
de experiencias surgieron estando en la granja,
dando de comer a los animales. Y eso me hizo
comprender que la mente egoica es adicta a
las experiencias, y trata de convertir toda actividad
en una fuente de adicción. En los últimos años,
los rituales o actividades han variado, pero el hábito
a caer en la adicción a las experiencias placenteras
sigue estando ahí, agazapado, esperando su ocasión
para convertir los rituales en grilletes.
Con la zanahoria del falso progreso, el ego
pretende engañar a la mente y encallarla
en el callejón sin salida de siempre,
con el objetivo bastardo de convertirse
en un experto en la materia, sea esta la
esgrima, la cábala o el montañismo,
desviandonos del camino.
El tiempo parece ir pasando,
y los escenarios cambiando,
como el decorado de una obra de
teatro, pero el actor protagonista
parece ser simpre el mismo,
aunque eso si,
cambiando de máscaras:
el budista tibetano, el samurai,
el cabalista, el montañero...
Nadie dijo que iba a ser fácil,
pero sin una PERSEVERANCIA
a prueba de bomba me parece
imposible la tarea de algun día
llegar a desenmascarar realmente
a este personaje tan resbaladizo,
fuente de todo sufrimiento,
maestro del autoengaño:
EL EGO
Parece que esta entidad sin existencia
inherente es el amo y señor de los
tres tiempos; pasado, presente y
futuro.
Pero, por suerte, también parece ser que no
tiene ningun poder en el
AHORA