Curiosa sensación de irrealidad:
todo parece una ilusión,
un sueño, una fantasía.
Hace unos años me gustaba ir
a un despeñadero y sentarme a
"meditar" justo en el borde.
Desde allí podía divisar a lo lejos
las casas de un pueblo cercano a
donde vivo y los coches circulando
por la autovía.
Me imaginaba lo que estarían haciendo
los inquilinos de cada casa, sus pensamientos,
preocupaciones, deseos.
Así mismo observaba a los pequeños coches
y sabía que en su interior había seres como yo,
yendo de un sitio a otro, con la música puesta
o charlando distraidamente.
Y yo lo obsevaba todo desde mi mirador privilegiado,
justo al borde del precipicio, a un paso del vacío,
y sabía que cuando entraba de nuevo en mi coche
era uno más de los iban y venían, inmerso en
mi propio mundo, buscando mi casita donde
me sentía relativamente seguro en la rutina
del día a día, con las preocupaciones cotidianas,
como las goteras en el supermercado, y las
distracciones habituales como la televisión.
Por unos momentos salía de mi pequeño
mundo y me daba cuenta de la irrealidad
de la vida que llevamos, inmersos en
un mundo de preocupaciones que en
su inmensa mayoría no tienen ningun
sentido cuando son observadas con
una perspectiva más amplia.
El hecho de estar al borde del precipicio
me ayudaba a estar más atento,
ya que un movimiento en falso
podía tener consecuencias fatales.
Y en esos momentos de observación clara,
venían a mi mente esos otros momentos de
mi vida en que no había una rutina tan sólida,
y la sóla preocupación era decidir a dónde ir,
en un viaje abierto y sin objetivo concreto.
Ahora estoy experimentando esa misma
sensación de irrealidad, con la diferencia
aparente de que estoy dentro de la cajita
pequeña de "mi" casa y no en el despeñadero.
¿Será que en realidad me he dado
cuenta de que siempre tenemos
un pie colgando en el vacío,
de que la muerte siempre nos
acompaña como la sombra al cuerpo?
Ojalá esta sensación pueda servirme
de estímulo para practicar con más
ahínco, sin perder el precioso tiempo
en actividades sin sentido.
todo parece una ilusión,
un sueño, una fantasía.
Hace unos años me gustaba ir
a un despeñadero y sentarme a
"meditar" justo en el borde.
Desde allí podía divisar a lo lejos
las casas de un pueblo cercano a
donde vivo y los coches circulando
por la autovía.
Me imaginaba lo que estarían haciendo
los inquilinos de cada casa, sus pensamientos,
preocupaciones, deseos.
Así mismo observaba a los pequeños coches
y sabía que en su interior había seres como yo,
yendo de un sitio a otro, con la música puesta
o charlando distraidamente.
Y yo lo obsevaba todo desde mi mirador privilegiado,
justo al borde del precipicio, a un paso del vacío,
y sabía que cuando entraba de nuevo en mi coche
era uno más de los iban y venían, inmerso en
mi propio mundo, buscando mi casita donde
me sentía relativamente seguro en la rutina
del día a día, con las preocupaciones cotidianas,
como las goteras en el supermercado, y las
distracciones habituales como la televisión.
Por unos momentos salía de mi pequeño
mundo y me daba cuenta de la irrealidad
de la vida que llevamos, inmersos en
un mundo de preocupaciones que en
su inmensa mayoría no tienen ningun
sentido cuando son observadas con
una perspectiva más amplia.
El hecho de estar al borde del precipicio
me ayudaba a estar más atento,
ya que un movimiento en falso
podía tener consecuencias fatales.
Y en esos momentos de observación clara,
venían a mi mente esos otros momentos de
mi vida en que no había una rutina tan sólida,
y la sóla preocupación era decidir a dónde ir,
en un viaje abierto y sin objetivo concreto.
Ahora estoy experimentando esa misma
sensación de irrealidad, con la diferencia
aparente de que estoy dentro de la cajita
pequeña de "mi" casa y no en el despeñadero.
¿Será que en realidad me he dado
cuenta de que siempre tenemos
un pie colgando en el vacío,
de que la muerte siempre nos
acompaña como la sombra al cuerpo?
Ojalá esta sensación pueda servirme
de estímulo para practicar con más
ahínco, sin perder el precioso tiempo
en actividades sin sentido.