Palabras, imágenes, olores impregnan la mente continuamente.
Percepciones neutras que nosotros convertimos en agradables o desagradables,
en función de nuestros gustos y prejuicios.
Pero en realidad estas percepciones no son la causa de nuestro sufrimiento,
sino sólo los desencadenantes de las emociones perturbadoras que surgen
debido a nuestra ignorancia.
Si supiéramos cómo tratar adecuadamente con ellas, nuestra vida sería
mucho más rica y llena de felicidad de lo que es actualmente.
El apego a una entidad que no tiene una existencia real, el Yo, es el orígen de
todo el girigay de estados mentales perturbados que nos arrastran por el
océano del sufrimiento.
Ver esto con nitidez y claridad es el primer paso para poder ir mas allá
de esta forma imperfecta de vivir la vida.
Una vez en el camino, la perseverancia se convirte en un fiel compañero
para poder avanzar sin descanso por la senda que debe llevarnos hasta
la plenitud.