Un nuevo reto que aparece en el momento oportuno:
la cresta del Bardamina.
La tentación de buscar compañero para afrontar esta
nueva prueba aflora de nuevo, aunque ya sé que
nadie va a aparecer ya que debo ir solo.
Son esos momentos en que la vida quiere asegurarse
que hemos aprendido las lecciones que nos ha brindado
y estamos listos para dar un salto hacia un nuevo nivel.
Una sensación de paz y tranquilidad aflora,
y gratitud para con los compañeros que
han compartido tramos de este camino
abrupto que nos conduce a un nuevo reto,
para demostrarnos a nosotros mismos
que hemos desarrollado las habilidades
que nos permitiran afrontar una nueva fase
con garantías de éxito.
Es una sensación de felicidad, donde
no hay ya ni dudas ni miedos,
ya que soy consciente de que estoy
preparado para hacer la cresta en solitario.
Me recuerda uno de esos momentos de hace 20 años
cuando me dejaba llevar por la intuición
y descubría lugares especiales de una belleza
incomparable.
Han pasado 20 años desde ese primer chispazo
deslumbrante que abrió las puertas de un
nuevo mundo a mi ofuscada mente.
Desde ese momento hasta hoy he realizado
numerosas actividades, siempre con la
idea de conocerme mejor a mi mismo,
y en estos últimos años el montañismo
ha sido la actividad que me ha permitido
seguir creciendo y evolucionando.
20 años y parece que fue ayer.
De hecho, parece que siempre ha sido ahora.