La ascensión de hoy ha sido una dura prueba.
La verdad es que llevo un año en el que
al haber alcanzado un nivel superior
al que tenía anteriormente,
el montañismo me está proporcionando
una serie de duras experiencias que
me llevan al límite de mis capacidades
actuales.
Esta semana venía padeciendo un dolor
en el pecho que me hacía dudar de la
capacidad de poder ascender satisfactoriamente.
Luego, al llegar aproximadamente a los
2500m de una ascensión de 3010,
partiendo de 1700 metros,
he entrado en un frente de niebla
y viento que me ha hecho dudar de
si retroceder, ya que iba solo, como
de costumbre, y no lo veía nada claro.
Al final, después de ver que una vez
dentro no era tan malo como parecía
al entrar en el frente, he optado por
seguir adelante.
Arriba, en la cumbre, algun paso delicado
de trepada, y para rematar, bajando por
el mismo barranco por el que he subido,
para acabar de machacar las rodillas.
Después de 8 horas de caminata
casi a ciegas, con un gran desnivel,
tres horas de coche hasta casa,
con los dos red bulls de rigor.
Ayer llegué a las nueve de la noche
al hostal en Vilaller;
hoy me he levantado a las cinco
de la mañana;
Punta alta de Comalesbienes,
hoy me has mostrado al
ego montañero en el
miedo, el cansancio
y la frustración.
Parece mentira que la niebla
que me ha impedido gozar del
paisaje, me haya permitido centrarme
en este personaje que vive de la
acumulación de experiencias
montañeras.
Desde que he entrado en la niebla,
no he pensado mas en el dolor del
pecho, y ahora estoy tan cansado
que si el dolor sigue ahí se confunde
con el cansancio general.
Séptimo tres mil en la lista del
ego; primero con niebla y visibilidad
nula. Supongo que la fiebre de los
tres miles terminará cuando en la
lista haya algunos más. O a lo mejor
terminó ya hoy.