viernes, 25 de marzo de 2011

Pedraforca: Fin de un ciclo


Ascender al Pedraforca nevado ha supuesto
otra experiencia especial. Cuando hace unos
dos años subí por primera vez, vino a parar
a mis manos un calendario con una foto
de esta bonita montaña cubierta de nieve.

En esos momentos, pensé que probablemente
nunca llegaría a subir en invierno, ya que lo
veía muy difícil.

Este pasado fin de semana culminé con éxito
la ascensión, y ahora el calendario con la
bonita foto cuelga de la pared de mi dormitorio,
cual trofeo de un safari africano.


Sé que en gran parte es un motivo de autosatisfacción
egoica, ya que mi ego montañero dispone de un trofeo
más en su colección de logros.

Pero también sé que hay algo más que sólo ego:
se trata de la culminación de una etapa de
aprendizaje en la que la montaña ha sido
el soporte de este proceso de aprendizaje.

Ha sido la primera vez en que durante la noche
previa han aparecido temores que me han desvelado,
temores profundos que han aflorado con la simple
idea de la ascensión a esta bella montaña.


El riesgo de alud era de 3 en una escala de cinco,
y el no tener a nadie delante ha hecho que todo
el rato estuviera muy atento a las señales de
posibles desprendimientos.


Al llegar a la cumbre he podido disfrutar de una
media hora en completa soledad para poder
gozar de las magníficas vistas, y he esperado un
poco más para que los que venían detrás y que
subían por otra ruta me pudieran hacer una foto.


Durante la bajada me he encontrado con otros
que subían y que tenían la dificultad de andar
sobre una nieve ya pastosa y no helada como
la de la mañana. Esas son las ventajas de salir
temprano.


Espero que este nuevo ciclo que empieza
pueda ser de provecho para mi y para todos,
y que otros temores ocultos en lo profundo
de la mente puedan seguir aflorando,
para ser afrontados y superados.

jueves, 24 de marzo de 2011

Refugio: Maestro


Puedo leerlo,
puedo imaginarlo,
puedo comprenderlo,
pero sólo puedo saberlo
si consigo vivirlo.

Puedo abrir camino
o seguir tus huellas,
pero sólo mis pasos
pueden llevarme
a la cumbre.

Maestro,
mente clara sin mácula,
guia de confianza,
en ti tomo refugio.

Tu eres el buda,
la mente despierta.

Tu eres el dharma,
la enseñanza veraz.

Tu eres la shanga,
los compañeros de viaje.

Gozo y paz.

lunes, 7 de marzo de 2011

Pico del Infierno: Subir para Bajar

Ir solo a la montaña te permite adentrarte
profundamente en tu propia mente.

Ahí estás tu, con tus temores, tus esperanzas,
tus deseos, tus creencias.

El viaje puede ser por terreno conocido o bien
por terra incognita, pero la experiencia siempre
es fresca y nueva, personal e intransferible.

La percepción del momento presente suele
estar teñida por los temores y deseos
que impregnan la mente.

La nieve oculta los detalles de la montaña,
pero deja al descubierto su esencia mas pura,
aunque dificulta nuestra capacidad de
orientación y la vuelve mas peligrosa.


Ayer ascendí al Pic de L´Infern,
y la verdad es que me costó mucho.
La aproximación con raquetas me
hizo pensar en abandonar debido
al cansancio. Luego escondí las
raquetas y me puse los crampones,
y me volvieron las fuerzas.


En el último tramo apareció un cierto temor
por lo expuesto e inclinado del mismo.


En la cima me encontré con tres
montañeros mas avezados que
seguían otra ruta pero que me
marcaron el camino a la cumbre.


La vuelta relajada hasta que
en el cielo aparecieron unas
nubes que se iban acercando
y me infundieron miedo a que
el tiempo empeorara, aunque
objetivamente no era para tanto.

Supongo que sería la experiencia
de la semana pasada en la que
la niebla y el viento me impidieron
llegar al coll de la Marrana,
y el miedo a ser incapaz de
orientarme pese a llevar el GPS.


El miedo me hizo acelerar el ritmo,
y eso favoreció de nuevo el cansancio.

Luego, al llegar al coll de la Marrana,
la tranquilidad de nuevo, la calma:
Ahí no me pierdo ni queriendo.

Al llegar al coche, una densa niebla
cubría el Pic de la Dona y el Bastiments,
hermanos del Pic de l´Infern. Por suerte
yo ya estaba a salvo.

¿Y quien es este yo que tiene miedo
y se siente inseguro en la soledad
de la montaña invernal y a salvo
en una caja de chatarra con ruedas?

¿Quien es este yo que se alegra mas
cuando regresa a la confortable rutina
que cuando hace cumbre?

¿Quien es este yo al que solo
le preocupa sobrevivir?

¿Será este Yo el Ego montañero
que sale reforzado de cada
nueva ascensión?

¿Será este Yo el hijo
sin existencia inherente
del APEGO?

La verdad es que esta ascensión al
Pic de L´Infern me hizo bajar
a mi propio infierno y enfrentarme
de nuevo al gran demonio del YO.


Mucho me temo que este descenso
se va a repetir en cada ascensión,
hasta que caiga la máscara
de forma definitiva.

Vaya paradoja:
subir más alto para poder
bajar más profundamente.


martes, 1 de marzo de 2011

Experiencias: Desistir



Hoy hace casi un año, tuve una experiencia andando
con raquetas de nieve, en la que pasé mucho miedo.

Visto retrospectivamente, el problema real fue la
gran TEMERIDAD que tuve al adentrarme en
la montaña nevada, solo, sin GPS y con las
condiciones meteorológicas muy adversas.

Este pasado domingo, estaba en una zona cercana,
con crampones en vez de raquetas, solo, con GPS,
y con unas condiciones meteorológicas similares
o peores que las de hace un año.

La diferencia es que esta vez RECORDE la mala
experiencia que tuve hace un año, y cuando vi
que un montañero que me precedía regresaba,
me refugié del viento detrás de una roca, esperando
que la niebla y el fuerte viento se disiparan.

Luego apareció un grupo de unos quince montañeros,
que supongo que estarían en un cursillo, y eso me dió
ánimos para seguir adelante, pese a la nula visibilidad
y la fuerza tremenda del viento. Me sentí acompañado,
y les seguí una media hora, adelantándolos cuando
se pararon cerca de un iglú, para recibir nuevas
instrucciones. Seguí avanzando durante unos quince
minutos, mirando repetidamente hacia atrás,
esperando que me siguieran,
pero cuando ya no los vi, comprendí
que si seguía adelante volvería a cometer el mismo error
de hace un año: caer en la TEMERIDAD.

Di media vuelta y regresé, viendo después en el
refugio que ellos también habían desistido y dado
la vuelta, siguiendo las instrucciones de los guías.

Esta vez no sentí miedo en ningún momento,
pese a que las condiciones eran muy malas,
pero en cada paso que di estuve plenamente
ATENTO, ya que el fuerte viento helado, la
densa niebla y el andar con crampones
se encargaron de mantener la mente en
alerta roja todo el rato, especialmente
cuando no veía a nadie.

Una experiencia más,
y un mal hábito superado,
al menos por el momento.

El ego temerario parece que
ya no manda tanto como antes.
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